Predator: Badlands (Reseña)
El fin de semana pasado disfrutamos de Predator: Badlands, una película entretenida aunque el enfoque de esta trilogía es muy diferente a lo que estábamos acostumbrados.
Predator: Badlands es parte de la trilogía dirigida por Dan Trachtenberg, quien escribió el guion junto con Patrick Aison y Jim Thomas. Es protagonizada por Dimitrius Schuster-Koloamatangi y Elle Fanning. En ella, un Depredador es desterrado de su clan y en su viaje por encontrar su primera cacería, conoce a una aliada muy diferente que le ayudará a alcanzar su objetivo.

Sin duda, la película le ha dado un giro completo a la franquicia, pues siempre hemos visto a los Depredadores como estos cazadores de los cuales hay que hacer todo lo posible por sobrevivir de ellos.
En las primeras cintas veíamos a estas figuras fuertes de humanos y Depredadores enfrentarse en entornos hostiles, mientras cada uno demostraba qué tan fuerte puede ser para resultar ser el vencedor. Y, aunque la historia de los Depredadores, su origen y los diferentes clanes es bastante compleja, esos eran los elementos básicos de la narrativa.
Sin embargo, Dan Trachtenberg le ha dado un giro a esto desde Prey (2022), pues en este enfrentamiento salvaje, no se necesita tener la máxima fuerza, solo la inteligencia, estrategia y corazón para poder vencer al gran cazador del Universo… Suena bastante Disney.
Lo cierto es que esta nueva trilogía nos ha dado la oportunidad de conocer a la figura del Depredador desde una perspectiva muy distinta. Poco a poco nos ha adentrado más a su mundo. Con Predator: Killer of Killers vislumbramos un poco más sobre los clanes y sus reglas.
Lo cierto es que esta trilogía también nos ha dado protagonistas muy diferentes a las primeras películas. Ya no es un Arnold Schwarzenegger lleno de músculos y testosterona tratando de cazar al cazador. Son guerreros, pero no solo de fuerza, sino también de espíritu.
Y lo que hace Predator: Badlands por primera vez, es humanizar a una criatura, mostrando las debilidades. Los Depredadores también lloran. Y viene el elemento Disney, donde el protagonista debe pasar por una serie de situaciones que lo harán superarse hasta llegar a ser el mejor… Una fórmula desgastada que no esperábamos ver en una película como Predator.

¿En qué lo hace bien? Es una película entretenida, eso no lo podemos negar. Un dramón, sí, pero entretenido. Empieza con todo desde el inicio. Posteriormente, vemos a un Dek gruñón llegar a un planeta desconocido que va descubriendo poco a poco cómo funciona. Afortunadamente, tiene la ayuda de Thia que le pone un poco de humor a todo. Sin embargo, esta dinámica se vuelve como la de Shrek y el Burro.
Cabe mencionar que los efectos están bien logrados, el entorno está muy bien, eso no decepciona. En realidad, nada lo hace, solo que hay que ver con otros ojos a esta película. No podemos esperar que sea lo mismo que hemos visto anteriormente, porque no lo es. Aquí, para evolucionar, Dek requiere la ayuda de unos amigos, de su Jaq y Gus, de su Timón y Pumba, de Thia y Bud.

Aún así, la historia funciona y nos deja con un final abierto que indica que seguramente continuará, aunque el rumbo es incierto.
Predator: Badlands es una propuesta diferente que resulta ser entretenida, sin decepcionar y nos muestra un rostro de un personaje que no conocíamos, el del Depredador sentimental que tiene que luchar para ganar su lugar dentro de un despiadado clan donde la debilidad no está permitida. Sin duda, marcará un nuevo rumbo para esta franquicia.
